Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Este refrán es una constatación, es una expresión a nivel de sabiduría popular del mecanismo de la proyección. La sabiduría popular es el resultado, es la conclusión a la que llegan, mediante una observación desinteresada y objetiva, generaciones de personas llanas, que observan cómo se resuelven las circunstancias.
Es una conclusión en la que no media interés político, cultural, o intereses personales, o ganancia propia. Muchas personas, durante mucho tiempo, han ido decantando estos refranes, que se transmiten de padres a hijos como guías para el buen vivir.
El mecanismo de la proyección es el procedimiento que tiene la especie humana, en esta etapa de nuestra evolución, para limpiar los moldes, o manías. Manías adquiridas que limitan nuestro ángulo de ver la vida, haciéndolo pequeño y estrecho. Estos moldes oscurecen, tapan, cubren o esconden nuestro luminoso Yo interior. Y, esos moldes, o manías, o rigideces, almacenados en nuestro subconsciente y adquiridos durante nuestras experiencias (nuestros samskaras), en su proceso de “limpieza”, o, evolución, se convierten en pensamientos.

Los pensamientos se proyectan inconscientemente sobre los demás. Y, eso mismo que proyecto es lo que yo percibo. Percibo la realidad proyectada por mí. En otras palabras, percibo lo que me rodea como mi “interpretación” de la realidad. Así, proyecto sobre el otro mi defecto, de manera inconsciente, lo percibo en el otro, le acuso y le critico por ser así, y me cae mal.
ES PERDONANDO COMO SOMOS PERDONADOS
Otro refrán lo dice: “Siempre es más fácil ver la paja en el ojo ajeno antes que la viga en el propio ojo”. Y, así consta como palabras de Jesús, en los evangelios de Lucas 6:41 y Mateo 7:3. Ocurre, pues, que presumo de que yo no soy de esa “desgraciada” manera, cuando, en realidad, de aquello de lo que yo presumo es de aquello de lo que yo carezco. Presumo de ello, con la intención subconsciente de ocultar mis debilidades, mis inseguridades, en este exacto tema.
Por lo tanto los defectos que ves en el otro no son suyos, son tuyos. Por eso, perdonando al otro, es como me perdono a mí mismo, y así quito las barreras para llegar a amarme a mí mismo, que es el punto de partida para poder amar a los demás, que es el punto de partida para que yo sea amado. Y como dice el final de la oración favorita de Gururaj, que tiene su origen en San Francisco de Asís (Italia siglo XIII): “Es al dar, cuando nosotros realmente recibimos, es perdonando, cuando nosotros somos perdonados, y, es muriendo, cuando nacemos a la vida eterna. Amen.
Namasté, Fernando