Ni te juzgues, ni juzgues

Esta sección incluye un conjunto de herramientas cotidianas eficaces para hacer más dulce la vida actual y avanzar más rápidamente hacia días mejores.

11 de febrero:

Examina el pasado con libertad, aprende de él, pero no te dejes esclavizar por él.

Del pasado podemos aprender. Podemos aprender a no cometer otra vez los mismos errores que pueden haber causado daño a otros. Pero también sé consciente de que puedes haber realizado esas acciones debido a la fuerza de las circunstancias o a alguna aberración mental por la que pasaste. Por lo tanto: ¡no me voy a sentir culpable!, pero construiré sobre ello y actuaré mejor.

Viviendo en el presente vamos de la oscuridad a la luz.

Cuántas veces pensamos: «¡Menudo Dios es ese!» ¡Estoy aquí sufriendo, pasando unos tiempos tan duros y difíciles…! Y le echamos la culpa a él. ¿Qué clase de Dios es este, cuando se supone que tiene que ser todo amor y misericordia? ¿Por qué no me ama y es misericordioso conmigo en vez de hacerme luchar y sufrir tanto? Tenemos el hábito de juzgar con nuestra pequeña mente a nuestras esposas, hermanos, hermanas, niños, amigos… Si no comprendéis las motivaciones o propósitos de personas que conocéis tan bien, ¿cómo os atrevéis a presumir de que comprendéis a Dios?

Ni te juzgues, ni juzgues

¡El deporte nacional! Más bien diría yo.. el deporte internacional.. pues no es algo peculiar de nuestra nación, ni de ninguna nación, sino territorio común del ser humano de cualquier cultura: juzgar al prójimo y juzgarnos a nosotros mismos. Y mira que ya lo dijo Jesucristo “No Juzgues y no seras Juzgado”, y además lo expreso no solo con su palabra sino con su ejemplo impidiendo los juiciios que entonces se hacían a mujeres adulteras por ejemplo.

¿Es posible abandonar esta práctica? Jesús enseño: “No juzguéis y no seréis juzgados” y sin embargo, la iglesia que se fundó en su nombre, lleva 17 siglos juzgando y condenando a todo tipo de personas, comportamientos e incluso ideas, como la condena a Galileo por usar la razón en vez de la creencia ciega.

¿Que “bien-pensado” de misa semanal no juzga y condena como culpable a, por ejemplo; una prostituta, o una joven que abortó, o que mantiene relaciones sexuales con un amante mientras esta casada..?

Es una pena que mejor ejemplo sea el sexual, porque habría otros muchos comportamientos más dañinos que se podrían usar, sin embargo la iglesia ha insistido tanto en estos pecadillos..

Ningún pecado merece juicio o condena.

Si profundizas de verdad en esto, en realidad nadie merece condena. En todo caso hay culpables sin culpa. La vida es un acontecer que va más allá de las pequeñas miserias que ensucian nuestra apreciación de ella misma.

La culpa no existe, el único que se juzga a si mismo en el hipotético juicio final es tu pequeño yo, el mismo que juzga a su prójimo. No hay nadie más juzgando, condenando, premiando o castigando que tu mismo. Y no es necesario. Si dejas fluir a tu más intima naturaleza te darás cuenta de tu inherente bondad natural, que surge por si misma sin impedimento una vez que has limpiado el cristal a través del que conoces la existencia.

Aprender a dejar de juzgar al otro y a ti mismo es esencial para avanzar por este camino, por el desplegar del ser. Así pues que no juzgues. ¿Quien eres tú para juzgar? y ¿Que parte de ti está haciendo ese juicio? la parte más elevada de ti, o ese pequeño y mequetrefe “yo” que anda buscan su propia superviviencia y perpetuación.

Al principio esto puede parecer muy difícil de hacer, o puede parecer erróneo, porque nos preguntamos: bueno.. pero si no juzgo, ¿entonces los malos que? Y enseguida aparece la referencia a los violadores y todo tipo de condenados por sus actos.

A todos ellos sin distinción va también dirigida la meditación. El miércoles pasaremos el día entero en la cárcel presentando el programa a los internos de Villabona. Todos ellos culpables y condenados por la sociedad, pero a los ojos de Dios, culpables sin culpa. Como dijo Jesús en la cruz: “Señor perdónalos que no saben lo que hacen”. Víctimas de sus circunstancias particulares, como lo somos todos, solo que ellos tienen una experiencia más dura, cadenas de hierro o de oro, cadenas en ambos casos.

Dejamos de juzgar a los demás cuando dejamos de juzgarnos a nosotros mismos

Volviendo al tema de los juicios; para entender lo de no juzgar nos debemos concentrar en nosotros mismos, en lo que juzgamos día a día de nosotros y de los demás. De nuestro concepto de lo que es bueno y de lo que es malo. Realmente; ¿sabemos, o somos competentes para discriminar entre lo bueno y lo malo?

No hace mucho tiempo la mayoría de la población te diría que ser gay es malo, ahora en cambio no. Hace unos años vestir de forma indecorosa sería vestir como viste hoy una señora de familia bien y recatada. En Madrid tener dos esposas es delito, un poco más al sur, en Marruecos, es bueno. Indica riqueza si puedes tener dos esposas.

No existen leyes morales universales. De hecho yo siempre he interpretado el pasaje del Génesis que habla del árbol de la ciencia de bien y del mal de una manera: es a partir de que el hombre empieza a juzgar entre lo bueno y lo malo que pierde su inocencia primordial.

El fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal no puede ser otro que la moral. Y una vez que desarrollas el concepto bien/mal, te juzgas a ti mismo y a tu prójimo. De hecho, según el relato bíblico al tomar del árbol se vieron desnudos y pensando que era malo se cubrieron el sexo con una hoja de parra. Nadie dijo que la desnudez fuese mala, sino que pensaron que era malo.

Sabemos por experiencia que muchas veces nuestros juicios de los demás son erróneos. También sabemos por experiencia que nos juzgamos a nosotros mismos sin mayor éxito que el de atormentarnos, y eso no nos hace necesariamente mejores personas. Como tampoco hace mejor a nuestro esposo/a los juicios que tenemos sobre él. Sin embargo no dejamos de juzgar y de juzgarnos.

Dejamos de juzgar a los demás cuando dejamos de juzgarnos a nosotros mismos y en realidad, en el juicio que hacemos de los demás, nos estamos juzgando a nosotros mismos. Ambas cosas están íntimamente unidas.

Cuando pensamos en juzgar, tenemos que pensar en los juicios que nosotros hacemos a los demás, no en malos hipotéticos, sino en nuestro vecino, en nuestro compañero de trabajo, en nuestro hijo, esposo, esposa o amante y en los juicios que emitimos constantemente sobre ellos y sobre nosotros mismos.

El mito del juicio final, una idea a la que muchos se han apegado durante mucho tiempo, es una de las cosas que más daño ha hecho a esta humanidad en mi humilde opinión; y la hija de los jucios, la culpa, la mayor enfermedad de la humanidad.

La culpa

¿Quién es culpable? Y culpable de que acto. Yo he conocido a gente en la cárcel que si te cuenta donde nació, cuales fueron sus experiencias de la infancia y ves y miras intentando comprender como se desplegó su vida, lo último que pensarías es que es culpable de nada. Y sin embargo está en la cárcel y condenado.

De ahí viene la enseñanza de Jesús. Bienaventurados los perseguidos por la justicia porque de ellos sera el Reino de los Cielos.

No hay culpables y los juicios que haces a los demás y que te haces a ti mismo, en cuanto inquieres sobre ellos, veras que están fundamentados en argumentaciones falsas. Y en infinidad de mentiras previas que soportan esas argumentaciones.

Esta sociedad necesita que enseñen a sus miembros a pensar, a inquirir en la verdad, a intentar comprender.

Comprender, en ingles “understand”, es lo opuesto a juzgar.

Se parece más al científico que no entra a evaluar si el electrón es bueno y el protón malo. Solo observa para comprender como interaccionan uno con el otro. El juzgar tiene que ver mucho con la capacidad analítica de la mente y con un sistema que evalúa los pros y los contras de la situación.

El juicio siempre se realiza con consideraciones egoístas, pues la evaluación de los pros y los contras siempre tienen de centro al “mi, mio” a lo que es bueno para mi, según mi apreciación. Pero como de buena es esta apreciación y que podemos hacer para liberarnos de su atadura.

“under” – debajo. “stand” – estar-ponerse. “Understand” es ponerse debajo. Comprender implica ese acto de humildad de ponerte debajo. Cuando escuchamos, la mayoría de las veces estamos pensando en lo que vamos a contestar, no escuchando intentando comprender lo que nos dicen. Ese pequeño cambio de perspectiva es lo que hace la diferencia y cuando comprendemos, no juzgamos, simplemente comprendemos y discriminamos, discernimos, pero no juzgamos.

En nuestros cursos de meditación enseñamos el arte de no juzgar. Lo budistas lo llamas la mente del principiante, mantener una actitud “non-judgemental” no enjuiciar al otro, lo que percibimos, simplemente lo observamos sin juzgarlo.

Aprender a no dar por hecho y por cierto toda la basura que pensamos cada día.

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