Sufrimos porque creemos que estamos separados del Manifestador
No es una historia de miedo, es una historia de amor. Dios Padre tiene todo el trabajo hecho. Todo está hecho, únicamente queda su desplegar, como la semilla contiene al árbol. Dios Padre no sufre, ni se preocupa por nada, ni siquiera por nosotros. Él hizo su trabajo bien hecho. Si nosotros pensamos que no lo hizo bien, es un malentendido nuestro. Y lo es, porque nosotros todavía sufrimos. Sufrimos debido a que nosotros pensamos, creemos que estamos separados del Manifestador, de Dios Padre. Vivimos en ese “sueño” de abandono y terror.
Como le ocurre a un adolescente castigado por sus padres el fin de semana a no tener su teléfono móvil, también sufre mucho. Y piensa, y cree, y se desespera. Los padres no sufren; han vivido sin un móvil la mayor parte de su vida, y lo hacen para que su hijo aprenda.
Nuestra vida está gobernada por nuestro ego
Nuestra vida está gobernada por nuestro ego. Y, qué es lo que nos dice nuestro ego, qué es lo que nos transmite nuestra cultura. Lo podemos resumir en: “Nada es sagrado”. Es decir, que no existe ningún enlace entre el ser humano y la Divinidad.
Como consecuencia de que nosotros creemos esto, de que creemos a nuestro sistema de pensamiento
egoico, entonces nos surgen todos los demás problemas. Si, de verdad, nosotros creyéramos que no estamos separados de Dios Padre, ¿qué problema íbamos a tener?, ¿a qué o a quién tendríamos miedo?
¿Podemos separar la harina del pan?
Dios Padre sabe que no estamos separados, que nunca ha existido separación y que nunca existirá.
Es imposible. Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. ¿Acaso una mesa de madera
puede estar separada de la madera?. ¿Acaso una viga de acero puede estar separada del acero?, o,
¿podemos separar la harina del pan?. Un pendiente de oro, una sortija de oro, una pulsera de oro. De
ellos decimos “qué pendiente tan bonito”, “me gusta esa pulsera, o esa sortija”. ¿Acaso no son todo “oro”? ¿Por qué alabamos la forma y no hablamos de lo sustancial?

Una historia de Amor
A lo largo del día vemos muchas formas, a lo largo de los años vemos muchísimas cosas, pero todas
son lo mismo, todas son “oro”, todas son Dios. Dios Padre está contento. Contento por haber manifestado su esencia, su Amor, en una historia de Amor. Nos ha dado todo lo necesario para que
lo entendamos, y sabe que lo vamos a terminar entendiendo todos; nadie está, ni estará excluido.
Se planta la semilla y se convertirá en un roble. No hay que tener la ansiedad de ir todos los días a ver
si ya ha brotado más o menos.
Estoy en paz
Así que vivamos nuestra historia de Amor, como nos dice esta oración que me llegó esta mañana:
“Estoy en paz desde que decidí no controlar. Estoy en paz desde que sé que la única persona
que puedo cambiar es a mí. Estoy en paz cuando tengo fe y sé que lo que llega a mi vida tiene un propósito más grande de lo que pueda imaginar. Estoy en paz al saber que si me ha tocado vivirlo, es porque puedo, y detrás de aquella situación hay una bendición”.
Namasté, Fernando.