No es lo mismo buscar que encontrar. Para encontrar algo, tenemos que buscar en el sitio apropiado. Como cuando Juan se encuentra con su amigo Antonio en la calle, y Juan le dice a Antonio: “¿Qué haces?”. Antonio responde: “Estoy buscando las llaves”. Juan pregunta: “Y ¿dónde las perdiste?”. Antonio responde: “En casa”. Juan pregunta: “Y ¿por qué no buscas en tu casa?”. Antonio responde: “Porque aquí hay más luz”.
El sistema de pensamiento del ego nos empuja continuamente a buscar fuera de nosotros. Fuera de nosotros existe una cultura que, desde muy niños, nos propone la felicidad “condicionada” a que tengamos esto, o aquello, o eso otro. Nosotros proponemos buscar en nuestro interior una felicidad “incondicional”, no sujeta a condiciones. La llamamos “paz interior”, que es la paz que sobrepasa todo entendimiento. Esa paz interior no depende de las circunstancias exteriores. Podemos estar pasando por las circunstancias más adversas y, al mismo tiempo, comprender que todo encaja a la perfección. Porque estamos centrados/gobernados por nuestro núcleo, por nuestro Corazón. Tenemos esa consciencia de unidad. Ya que todo el universo se encuentra en un proceso de evolución. Y lo que nosotros estamos percibiendo es solo una porción mínima de este vasto, enorme, continuo.
En este momento de esa vasta evolución, en este pequeño trocito que llamamos “planeta Tierra”, se necesitan conflictos. Conflictos significa cambios, movimientos, y este universo necesita de este movimiento, o colapsaría. Así, estos conflictos causan actualmente la evolución. Los conflictos nos son imprescindibles para que los seres humanos descubramos que hay que ir más allá de la mente consciente. No son más que un “tumulto”, un truco, para obligarnos a mirar hacia nuestro interior. Y así, evolucionar hacia una mayor percepción de nuestra Divinidad.

La relación con los conflictos del mundo la hacemos a través de la caridad con los otros. Ayudamos a aquel que sufre, no porque creamos que existe el sufrimiento, sino porque la persona sufre.
Para encontrar, tenemos que buscar en el sitio correcto, que es en nuestro interior. Necesitamos aprender a tener una “visión interior”, y esto es lo que aprendemos a través de la meditación. Según nos vamos acercando a esa “paz interior”, ocurre que de una forma espontánea, automática, esa paz se proyecta, se vuelca, sobre todo nuestro entorno. Porque una flor no sólo es bella, sino que, además, hace más bonito el resto del jardín.
Namasté, Fernando Picazo