No sigas tratando de encontrar esperanzas donde no las hay. Afianza tu aprendizaje ahora y comprende que desperdicias el tiempo si no vas más allá de lo que ya has aprendido, hacia lo que aún te queda por aprender. Hemos aprendido que el mundo es cruel e injusto y que no hay esperanza, pero podemos aprender algo más. El propósito de la existencia es existir; ese es el propósito. El propósito de la existencia no es encontrar a Dios. Él ya está allí; siempre ha estado ahí en tu vida. Cuando descubres que el propósito de la existencia es existir y conoces el significado de la existencia, entonces conoces a Dios, porque Dios es existencia.
Sin embargo, si nos obsesionamos con el lugar donde estamos y con lo que está mal, o nos exaltamos por lo que tenemos, o dejamos de tener, nunca pasaremos de esas lecciones a la verdadera lección, pues nunca pasaremos de vivir a existir. Este es entonces el propósito de nuestra vida: conducirnos del mundo exterior al mundo interior. Dentro de nosotros, solo hay dos opciones: o bien miramos a través de los ojos de la separación, del “todo para mí”, del miedo, del sistema de pensamientos del ego; o bien, a través de los ojos del perdón y de la paz interior. No hay nada más.

Ese es el simbolismo de la cruz. Es la dimensión vertical y la dimensión horizontal del ser humano. Lo cual significa que las circunstancias en las que desarrollamos nuestra vida no marcan ninguna diferencia.
Lo único que importa es cómo las llevamos a cabo. No es el qué, es el cómo. Si lo hacemos gobernados por el Ego, o lo hacemos gobernados por la Gracia Divina, por nuestro Yo profundo. Esto no significa que abandonemos nuestro mundo material, o que no hagamos las cosas bien, con eficacia, y lo mejor que podamos. ¿Por qué no querríamos hacerlas así, si no hay ninguna culpabilidad en nuestras mentes?. Ese comportamiento útil ocurrirá automáticamente, pues solo seríamos responsables ante el amor.
Así, sea cual sea la forma en que nuestras circunstancias se desplieguen, sea cual sea nuestro campo de especialización, nuestra formación y nuestro rol, lo desempeñaremos con el amor que fluye a través de nosotros. Y, (sin importar cuántos millares de veces empujemos la misma roca montaña arriba, para verla caer otra vez), estaremos en paz. La práctica de la meditación te abre las puertas a tu ser interior, a tu dimensión vertical, y te brinda la oportunidad de aprender a existir.
Namasté, Fernando Picazo